Y de repente, sos
grande. Sos grande y no sos austronauta. Ni cowboy, ni veterinario. Sos grande,
y tenés un laburo de mierda, mucho menor a tu capacidad intelectual. Un trabajo
que te hace olvidar las ganas que alguna vez tuviste de recorrer Latinoamerica,
o de conocer Africa. Y te conformás todos los días pensando en que bueno, podría
ser mucho peor. Pero no podría ser peor, porque ya no hay tiempo de que lo sea.
Ya no podés correr con una toalla colgada en la espalda. No podés, porque ya
sos grande y no sos ni Batman, ni Linterna Verde.
Y pensás en cuál
habrá sido el momento. Sólo te acordás de que eras chico y ahora sos grande.
Como si en el medio hubiera una dimensión inaccesible llena de decisiones
erradas. Y mientras recorrés los últimos nueve años como un álbum interminable
de fotos improlijas, te das cuenta de algo. Hay imágenes cada vez más
parecidas. La misma ropa, los mismos lugares. Las mismas acciones. Ahí estás
vos, con una taza de café en las manos frente a la computadora. Ahí estás,
vestido con ese traje que siempre te quedó grande, pensando siempre en las
vacaciones, en las únicas dos semanas al año en las que te vas a relajar. Las
dos semanas en las que te la pasás pensando en que hubiera sido mejor quedarte
laburando, si total, el mundo está lleno de pelotudos y rodeado de pelotudos
nadie se relaja.
Entonces, de a
poco, vas tirando las fotos repetidas, o las que te parecen que no aportan
nada. Las tirás a todas, hasta quedarte con sólo una en las manos. Ese viaje
que planificaste con Paula. Ese viaje que te ilusionó por tanto tiempo y que ya no recordás por qué no hiciste. Te quedás mirando la foto y sin darte
cuenta, estás parado. Estás parado frente a tu jefe, diciéndole que querés
irte, que querés viajar. Que no te querés ir más a Mar del Plata. No, a Mar
Azul tampoco. Que dos semanas no le
sirven a nadie, y menos con un sueldo así, que estás harto.
Entonces tu jefe
se para, y te palmea el brazo. Te sonríe con una mirada ensayada de padre
comprensivo y te ofrece aumentarte el sueldo un diez por ciento y, si Juan,
sólo porque sos el empleado con más antigüedad de la empresa, darte tres
semanas de vacaciones. Vos lo mirás sorprendido, porque no entendió nada de lo
que le dijiste. Le mirás el traje Armani y la corbata salmón que le regaló su
mujer para el aniversario. Lo mirás con odio, porque en él se encuentra todo lo
que está mal con el mundo. Lo mirás, y aceptás el aumento.
Lo aceptás,
porque ya sos grande, y ya te olvidaste cómo jugar a ser un superhéroe.